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miércoles, 28 de febrero de 2018

La solución siempre antes que el culpable

         

La lista de artículos de este blog comienza a ser tan larga que a veces tengo que consultarla antes de escribir sobre un tema para asegurarme que no me repito.

Estoy seguro de que éste lo he tratado al menos de refilón en alguna ocasión, pero creo también que merece la pena ponerle un punto más de atención.

Cuando hablamos de madurez de un trabajador y, sobre todo, cuando hablamos de liderazgo, un indicador muy claro es observar la inclinación natural de una persona cuando es informado sobre un problema importante. ¿Qué busca primero? ¿La solución o al culpable?

Hay una ley universal que se puede aplicar a cualquier evento que suceda en tu vida: el pasado no se puede cambiar. De cualquier encrucijada, crisis, o pequeño problema sólo se puede salir hacia adelante.

Y la pregunta del millón es si existe una solución. Como dice un proverbio chino que rescaté de un calendario psicodélico (por usar un adjetivo no ofensivo) que me dieron en un restaurante oriental: “Si tienes un problema que no tiene solución, ¿para qué te preocupas? Y si tiene solución, ¿para qué te preocupas?”

En la solución está el quid de la cuestión, la salida del problema o, cuando menos, la posibilidad de atenuarlo.

Cuando alguien, en una situación de tensión causada por una incidencia inesperada se preocupa de buscar culpables, me está diciendo claramente que lo que le preocupa no es lo qué ha ocurrido, sino, básicamente, su culo.

A ver, no hay que echarse las manos a la cabeza, ni mucho menos señalar con el dedo a los que actúan así, porque aparte de ser de mala educación, sería seguir su patrón de comportamiento. Buscar culpables es una tendencia natural del ser humano. En los últimos 5 años, la investigación desarrollada en la universidad de Micasa sobre una muestra de un ejemplar humano, mi hijo, lo revela a las claras. Cada vez que surge un incidente en el que él ha tenido responsabilidad directa, indirecta o simplemente ha sido testigo, su primera reacción es: “Yo no he sido”. Salvar nuestro culo no es más que un instinto de supervivencia que traemos de serie.

Afortunadamente crecemos, maduramos, y aprendemos que no siempre es lo más práctico dejarse llevar por nuestro cerebro reptiliano. Desafortunadamente no todos crecemos, maduramos, y aprendemos al mismo ritmo. Eso es lo que debemos valorar.

Ante un problema laboral, buscar culpables no es práctico. Puede ser necesario a posteriori cuando hagamos un análisis forense de lo que ha pasado con la intención de trazar un plan para que no se repita el mismo fallo en el futuro. Pero, desde luego, en un primer momento, cuando el problema está aún caliente sobre la mesa, el foco debe estar en la solución. Y ojo, en la mayoría de los casos, la solución completa (o parcial) del problema puede depender del culpable de su generación. El que hace las cosas es también el que más posibilidades tiene de equivocarse, y, por supuesto, puesto que en él reside el conocimiento y la capacidad de actuación, es muy probable que en sus manos también se encuentre la solución. Por tanto, cargarle con el peso de la culpa, no le va a ayudar.

Lo malo de culpabilizar no es que sea una actitud de supervivencia egoísta (y natural), sino, sobre todo, que es una actitud poco práctica, que no nos lleva a ningún sitio. De ahí que debamos evitarla.

A la hora de liderar hay que saber estar por encima de las cosas que no aportan valor.

Se busca gente responsable que asuma sus errores, aprenda de ellos, y aporte soluciones. No se busca estigmatizar, sino avanzar. El trabajo no puede ser un lugar donde prime el sentido de supervivencia, sino el de progreso profesional (y personal).

Buscar culpables es mirar hacia atrás, es egoísmo de supervivencia, pero sobre todo es el síntoma de una cultura rancia que no tiene cabida en nuestro contexto actual de cambio continúo, que vino para quedarse. Para que las organizaciones consigan avanzar al mismo ritmo que lo hace la sociedad, se necesitan líderes con gran capacidad de adaptación, que no tengan miedo a equivocarse. Se necesitan un liderazgo ágil, que pongan el foco de sus equipos en la solución y no en la culpabilidad.

Jesús Garzás
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