El fracaso revela lo que no funciona, sí, y quién no sepa encajarlo de forma correcta jamás llegará a ser un buen líder.
Somos legión los expertos en liderazgo que, cada año con mayor intensidad, trabajamos a fondo en la importancia que tienen los fracasos para conseguir, gracias a la resiliencia, remontar, levantarnos, alzar el vuelo, volver a intentarlo y crecer de nuevo. Pero también incidimos con nuestros futuros líderes en que lo único cierto que nos conducirá a la victoria definitiva son los éxitos anteriores.
La importancia de gestionar los fracasos
El fracaso revela lo que no funciona, sí, y quién no sepa encajarlo de forma correcta jamás llegará a ser un buen líder. Pero hay que ir más allá, porque por poderosa que llegue a ser nuestra capacidad de encaje, el mero fracaso no nos enseña qué hacer después. Tras mi experiencia de muchos años entrenando a políticos, directivos y algunos deportistas de élite, puedo asegurar con rotundidad que tengo muy claro que lo más importante es aprender de los éxitos, porque motivan y nos dirigen hacia el buen camino. Cuanto más acertamos, más fácil es que sigamos acertando. No es difícil de entender: el éxito genera un efecto multiplicador que nos lleva a considerar, muy a menudo, que estamos en una 'buena racha'. Para un deportista, visualizar la victoria, es una garantía de contar, al menos con un cincuenta por ciento de posibilidades de alcanzarla. Este aprendizaje del éxito nos lleva a encontrar fórmulas concretas que nos ayudarán a triunfar en situaciones similares.
Existe abundante bibliografía y numerosos estudios científicos que lo confirman. Personalmente, me quedo con el de Mark Histed, profesor de Neurobiología de Harvard, que tras muchas críticas concluyó que nuestras neuronas son mucho más receptivas al aprendizaje después de un éxito que tras un fracaso.
Un éxito, la 'llave' de más éxitos
Cuantos más logros alcanzamos, más fáciles nos parecen siempre los siguientes. Cuantos más triunfos acumulemos, mayor será nuestra motivación y energía para conseguir los siguientes. Las victorias motivan e impulsan nuestro aprendizaje.
Si del fracaso se aprendiera de igual forma, todos seríamos más inteligentes y mejores profesionales. Lo cierto es que, de lo que más se aprende, es de los logros, tanto propios como ajenos. Los éxitos generan un 'efecto contagio', tanto hacia nosotros mismos como hacia los demás.
En este punto, existen numerosas similitudes con el llamado 'efecto Pigmalión', al cual me he referido en algunos de mis anteriores artículos en este mismo Blog. Al igual que en el caso de las emociones positivas, los triunfos provocan un 'efecto cascada' que ayuda y motiva.
Suele decirse que 'el fracaso está fuera y la derrota está dentro'. Con ello se incide en la importancia de nuestra mente, que sería supuestamente la responsable de tomar la decisión de claudicar ante los obstáculos y renunciar a las posibilidades de convertir las derrotas en éxitos.
'Si quieres, puedes'
Se trata del famoso, 'si quieres, puedes', que implica que hay personas que creen en el éxito y por eso lo consiguen y otras muchas no, y por ello tropiezan una vez tras otra. Dicho de otra forma, muchos interiorizan los fracasos como impulsos para la superación y otros se quedan encallados porque los encajan como derrotas.
Si 'querer es poder', cuando no puedes... ¿es por qué 'no has querido lo suficiente'? 'Si quieres, puedes', es en el fondo un pensamiento circular, una herramienta psicológica que no explica nada, porque no dilucida, como dije al principio, cuáles son las razones por las que unas personas llegan a tener la suficiente fuerza mental o de voluntad y otras no. Y es que, si el 'poder' depende del 'querer', ¿de qué depende entonces el 'querer'?
La fuerza de voluntad proviene, rotundamente, de los éxitos previos. ¿De dónde si no? La diferencia entre las personas que tienen éxito y las que no lo alcanzan está en sus cabezas, en su fortaleza mental, en esa actitud de 'ir a por todas', en sus 'ganas de ganar'. Pero lo que nos otorga la victoria no es tan solo la fortaleza mental porque esta es, precisamente, la que se adquiere cuando se gana, cuando se alcanza un número de éxitos adecuado del tipo que buscamos. Rafael Nadal es un arquetípico ejemplo de ello en el deporte. Deshauciado a los ojos de la mayoría hace apenas dos años, ha vuelto a recuperar su número uno en el ranking de la ATP, aunque lo haya perdido momentáneamente tras el Open de Madrid. Sí, ahora a todos les parece natural, pero habría que haberlo visto entonces, cuando se decía que estaba acabado para el tenis de élite.
Siempre atentos...
Lo importante es 'hacer' todo cuanto 'toca' para ganar. Esto incluye trabajar y entrenar... ¡también cuando no te apetece! Como dicen los clásicos del teatro, 'que las musas te cojan -y te inspiren-trabajando. Conseguir mantener la suficiente motivación para afrontar los retos, creer ciegamente en el propio éxito y confiar 'a tope' en uno mismo no son causas sino efectos de haber logrado los éxitos suficientes en los contextos y momentos necesarios.
El fracaso fortalece y ayuda a aceptar que la vida es dura, pero son los logros los que nos marcarán la senda y guiarán en el camino seguro hacia la victoria.
Euprepio Padula, Presidente Padula&Partners y Experto en Liderazgo
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