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lunes, 1 de marzo de 2021

El nuevo petróleo: empieza la batalla económica y geopolítica por los microchips

 

El enroque de materias primas valiosas y estratégicas no se detiene. Si el bitcoin y las demás criptomonedas equivalen, como sostienen sus impulsores, a un "nuevo oro" (por su propiedad de valor de reserva), hay un candidato fuerte para erigirse en el "nuevo petróleo": la vibrante industria de los microchips, que gracias a una demanda exponencial está haciendo que el foco geoestratégico y financiero del mundo se corra del Golfo Pérsico al Mar de China.

Si esta analogía es válida, lo que la OPEC es al petróleo, en este nuevo tablero vendría a ser el eje Taiwán-Corea del Sur, que juntos producen un 83% de los microchips procesadores y un 70% de los de memoria. En los últimos cinco años este sector dio cuenta de un 64% del aumento de las exportaciones taiwanesas, y de un 41% de las de Corea del Sur. Con la pandemia, los números (y el valor en la bolsa de las empresas cercanas al boom) no hicieron más que crecer.

Con el despliegue de lo que se conoce como "internet de las cosas" (IoT, en su sigla en inglés), ya no solamente las computadoras y celulares demandan chips (circuitos integrados de material semiconductor, de algunos milímetros cuadrados de área, sobre la que se fabrican circuitos electrónicos), sino una infinidad de aparatos hogareños, además de los autos. El aumento de la demanda es tan elevado que su escasez ya está llevando a gigantes de la industria automotriz a proyectar pérdidas multimillonarias (por falta de insumos, se estiman un rojo en 2021 de alrededor de 60.000 millones de dólares) y a prever en el corto plazo una inflación de costos relacionados con el sector. Esta sería toda una novedad en la industria icónica de la "Ley de Moore", por la cual hace una década que la capacidad se viene incrementando, acompañada por un descenso persistente de precios. Días atrás, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, firmó una orden ejecutiva para revisar varias cadenas de suministro y tomar medidas para paliar la escasez de un insumo crítico y estratégico.

"La geopolítica de la última década, con los crecientes conflictos comerciales y, más aún, de predominio tecnológico y competitivo entre China y Estados Unidos, tiene un elemento ineludible para su comprensión en la generación, fabricación y uso de los microchips y semiconductores", cuenta Bernardo Kosacoff, un economista referente en temas de industria. "Las disputas de propiedad intelectual, de restricciones y prohibición al comercio y de la localización de la producción son un articulado de tensiones y disputas aún sin resolución", continúa el profesor de la UBA y la UTDT.

"Ya desde antes de la pandemia, Estados Unidos tiene un rol protagónico en la generación de los procesos de innovación, pero solo producía alrededor del 12% de los chips, mientras que Taiwán y Corea del Sur eran responsables de más del 80% de la producción y China era un líder en el consumo industrial de los chips", describe Kosacoff.

Para moderar su grado de dependencia de esta "nueva OPEC", tanto Estados Unidos como China impulsan la radicación de fábricas de microchips en otras localizaciones. Hay un plan avanzado para construir una planta en Europa en el que está involucrado Samsung y, semanas atrás, Baidu, el gigante chino de inteligencia artificial, reveló sus planes de avanzar con una empresa propia de semiconductores en el gigante asiático. Ambas iniciativas y otras en carpeta no llegarán a evitar el cuello de botella de estos productos este año.

Tolerancia y vida nocturna

A la Argentina le afecta de manera indirecta. "Nuestro país está ajeno a la innovación y a la localización de la producción de chips, por un tema obvio de escala. Sin embargo, la difusión de este insumo en su tejido productivo es central para la recreación de las fuentes de crecimiento, la dinámica de cambio estructural, la creación de empleo y un mayor dinamismo de exportaciones caracterizadas por mayores contenidos tecnológicos y mayor intensidad en el uso de empleo calificado", dice Kosacoff.

Para Tomás Canosa, director de estudios económicos de Adimra, hay que seguir el tema de cerca por el daño potencial que podría tener en la actividad industrial. "Argentina cuenta con el tercer entramado industrial más profundo de América Latina, y en el país se hacen productos que utilizan estos chips. Por ejemplo, el sector automotor los utiliza para el circuito eléctrico, y en el país ya se instalaron antenas de 5G", dice Canosa. Y agrega: "Como al comienzo de la pandemia se revalorizó la importancia de contar con una industria de equipamiento médico para enfrentar los desafíos, ahora sucede exactamente lo mismo con los semiconductores".

Taiwán y Corea del Sur están en el vértice de la rivalidad comercial y geopolítica creciente entre China y Estados Unidos. Para el economista Noah Smith, hay que empezar a informarse y aprender más sobre esta zona, para entender mejor la dinámica del mundo que se viene. "Sabemos mucho de Japón, o de China, o del fenómeno del K-Pop (grupos de música pop coreanos) pero muy poco de Taiwán", sostuvo en un reciente ensayo titulado "Taiwán es una civilización".

En riesgo constante de sufrir una invasión China, Taiwán, líder global en la fabricación de microchips, tiene una historia reciente muy exitosa de crecimiento económico y, al contrario que muchos vecinos asiáticos, cuenta con una sociedad tolerante y progresista. A nivel mediático, su mérito más conocido fue el del excelente manejo de la pandemia (al tope en este ranking, tal vez junto con Nueva Zelanda). Mientras que Argentina superó los 50.000 muertos por el Covid-19 y Estados Unidos sufrió más bajas que en la Segunda Guerra Mundial, el número de víctimas en Taiwán fue de 7. La receta: distanciamiento estricto con seguimiento digital, cuarentenas selectivas y efectivas y testeos masivos, entre otras medidas.

"Taiwán es un ejemplo de país que puede cambiar su destino con esfuerzo y trabajo. Hasta hace solo unas décadas este país salía de las ruinas de la guerra y necesitaba ayuda externa. Mucha gente se iba", cuenta ahora Kevin Tan, un empresario e ingeniero argentino que vivió hasta el final de la secundaria en el barrio de Liniers y luego se radicó en Taipéi. Tan remarca: "Hoy Taiwán es un líder en tecnología, con las mayores exportaciones de semiconductores del mundo. Es un país donde se vive con libertad y seguridad; ahora mucha gente quiere venir a radicarse aquí".

En el ensayo del economista Noah Smith se destacan varios aspectos de esta sociedad tolerante y progresista. "Fue el primer país de Asia en legalizar el matrimonio del mismo sexo, y promueve una cultura gay vibrante. Taiwán es uno de los lugares con mayor equidad de género: a la par de Noruega y por encima de Francia en este aspecto. Su presidenta, Tsai Ing-Wen, es mujer, al igual que el 42% del parlamento. La brecha de ingresos entre hombres y mujeres es del 14%, menor que en Estados Unidos", señala.

Taiwán empieza a estar más abierto a recibir inmigrantes. El buen manejo de la pandemia y lo que se considera uno de los mejores sistemas sanitarios y de cuidado de todo el mundo son un polo de atracción. También su cultura y vida nocturna legendaria, con sus famosos "megaclubes" para ir a divertirse a la noche. Todas estas facetas (diversidad y cultura) se combinan en experiencias innovadoras de inclusión: en octubre pasado, el Chess Taipei Club debutó con una primera jornada de música, baile y diversión nocturna para chicas y chicos con autismo y sus familiares, en la primera experiencia de este tipo en Asia.

Sebastián Campanario

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