Si se otorgaran premios a la terminología comercial más de moda, sin duda la cadena de bloques o blockchain sería candidata. Después de todo, es una de las tecnologías más promocionadas en Silicon Valley y más allá.
Y, sin embargo, pese a tanto revuelo, la promesa y el potencial de la cadena de bloques -tecnología en la que se basan las criptomonedas, como el bitcoin- no se comprenden del todo. Hasta la fecha, solo se hicieron unos pocos estudios sobre el tema y, según una encuesta hecha el año pasado por Deloitte, casi el 40% de los altos ejecutivos afirma tener escaso o ningún conocimiento del modo en que funciona la cadena de bloques.
En un nivel básico, la tecnología de cadena de bloques permite que una red de computadoras llegue, a intervalos regulares, a un consenso sobre el estado verdadero de un registro descentralizado. Ese registro contiene diversos tipos de datos compartidos, como registros de transacciones, atributos de transacciones, credenciales u otra información.
En una cadena de bloques, las transacciones se registran secuencialmente y forman una "cadena" inmutable, que puede ser más o menos privada o anónima según la forma en que se aplique la tecnología (un bloque puede representar transacciones y datos de muchos tipos, entre ellos, monedas, derechos digitales, propiedad intelectual y otros títulos de propiedad). Cabe señalar que esos registros se distribuyen entre muchos participantes de la red; es decir, no existen en un solo lugar, sino que las copias se actualizan simultáneamente con cada nodo que participa en el ecosistema.
La tecnología de cadena de bloques tiene particular utilidad cuando se combina un registro descentralizado con una criptoficha. Esto permite promover nuevos tipos de plataformas digitales y coordinar la actividad económica en todo el mundo, combinando una criptografía inteligente con incentivos económicos.
Las plataformas digitales actuales (Uber, Google, Facebook, etcétera) han acumulado gran poder de mercado. Eso se debe en gran medida a las fuerzas económicas de los "efectos de red", mediante los cuales el valor de un producto aumenta a medida que lo usan más personas. Por supuesto que los efectos de red solo se aprovechan si los usuarios pueden interactuar en la misma red. Por ejemplo, en el inicio de la industria telefónica, incluso si un amigo nuestro tenía teléfono, no podíamos llamarlo a menos que ambos estuviéramos conectados con el mismo proveedor. Los economistas afirman desde hace tiempo que los efectos de red crean monopolios naturales por esta razón: el valor total que reciben los usuarios crece exponencialmente si, en lugar de tener redes competidoras, todo el mundo usa la misma.
Ahora bien, los intermediarios como Amazon, Airbnb y Facebook no son necesariamente monopolios, pero no cabe duda de que mantienen una posición importante en el mercado. Tienen la capacidad de aumentar los precios, cobrar por las transacciones y/o recopilar y vender datos de los usuarios: todo eso como condición para permitir el acceso de los usuarios o empresas a sus plataformas. Y, dado que sus clientes y proveedores tienen pocas alternativas equiparables, crece el poder de mercado de esas plataformas. Esto puede dar lugar a ineficiencias, una menor innovación y, en algunos casos, es posible que los usuarios opten por abandonar totalmente la plataforma.
Y ahí aparece la cadena de bloques. Debido a que la tecnología separa los beneficios de los efectos de red del impacto dañino del poder del mercado, podría significar un punto de inflexión para la economía digital.
A través de plataformas basadas en la cadena de bloques, las personas y organizaciones pueden obtener ideas, dinero y mano de obra, así como hacer cumplir contratos de bienes y servicios digitales.
Si bien no sabemos necesariamente cómo se desarrollará esto a largo plazo, es probable que veamos tasas de participación más altas, menores costos y nuevos tipos de modelos empresariales. Estos cambios no tendrán lugar de la noche a la mañana, pero están en camino. Internet ya ha permitido un intercambio más rápido, fácil e ininterrumpido de bienes y servicios. Sin embargo, todavía otorga un grado considerable de poder de mercado a sus principales intermediarios digitales. La tecnología de cadena de bloques nos permite reimaginar toda una cadena de valor digital desde cero. El bitcoin no es más que el comienzo.
Christian Catalini y Cathy Barrera
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